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18 de febrero de 2014

Capítulo X, dedicado a los uruguayos en el camino australiano.

El viaje de los sueños.

Australia:”Todo por la izquierda”

Crónicas de viaje, capítulo X

Cuando en mi anterior viaje por América, cruce EE.UU, Canadá y Alaska había descubierto un sentir nuevo.

Mi humanidad se alegraba cuando estaba en presencia de “mi gente”.

La interacción con la gente uruguaya me daba un plus de alegría y ánimo para seguir adelante…era una sensación que me llenaba de orgullo y optimismo…sentía su apoyo, en sus palabras y acciones…

Estar en un país distinto, con idiomas distintos, donde la soledad se hacía presente a cada instante, encontrar a alguien que hablara en tus propios términos, era algo que no tenía precio.

Esos encuentros me daban una gran dosis de adrenalina, apresuraban mi corazón, trataba de hablar “Hasta por los codos”, podía expresarme y compartir charlas interminables de “aquella pequeña tierra, lejana”…

Era una conexión simple, donde cada uno mostraba su ser verdadero, sin ataduras…sin mezquindad…donde tratábamos de arreglar “nuestro paisito”, donde se discutían problemas del “antes” y las ventajas del “ahora”…

La interacción con esta gente tenía un gran valor para ambos, había descubierto que ellos no estaban tan lejos de mis propios sentimientos…ellos también estaban solos y con otro idioma, con amigos a ciento de kilómetros y la comunicación tampoco era tan fluida con la tierra en que vivían…

Se habían adaptado como el camaleón a las nuevas circunstancias, se sentían uno más entre gente diferente después de varios años…pero seguían teniendo su “corazón partido”…sus afectos, sus amigos “de toda la vida” y su tierra seguían ocupando una parte importante dentro de ellos…”quedando allá”…”pero viviendo acá”

Cuando desembarco en Australia,  una del las metas del viaje era la interacción con nuestra gente…es una de las colectividades más grandes, de mayor presencia en el exterior…al tercer día en Sydney estaba con el cónsul uruguayo Álvaro Barba en una charla que no derivo en un mejor conocimiento de nuestra gente…Salí pensando en que mal gastado está el dinero en el servicio exterior y que poco nos aporta…

Una de las características fundamentales en los uruguayos que están en Australia, es su compromiso solidario con nuestra tierra, sus obras son dignas de mención…siempre están haciendo algo por nuestro país y su gente.

Estos últimos días del viaje en Australia, fueron gran parte de esta interacción, donde me dieron la mejor mirada, amplia, veraz, del sentimiento de nuestra gente por este continente tan diverso…de sus sueños, su lucha… sus logros.

Ahora bien, todos estos hechos son accidentales…si no hubiera decidido llegar a Australia, hoy no conocería a estas personas y tampoco serian parte de esta historia…una constante de los viajes es que las mejores personas que conoces, son por accidente y “se quedan para toda la vida”.

Cuando estacione frente a la casa de Myrna, en Old Bar, ya sabía que iba a ser un día distinto… Myrna cruzo el portón llamando a su esposo Juan…
-        Juan!...Juaaan!!...mira lo que encontré!!!....
-        Un Uruguayyyyyoooo Juan!!

Y allí empezaron las presentaciones.

Myrna había venido a Australia, arrastrando un matrimonio y sus dos hijos…buscando un nuevo futuro…

Con el tiempo conoció a Juan, ambos con alguna historia de amores que no anduvieron y quedaron en el camino…ya mayores, decidieron seguir la vida juntos.

Se jubilaron y compraron una casa modesta en Old Bar, donde viven tranquilamente, junto a su perro.

Para ellos, como para tantos uruguayos que residen en Australia, las cosas no son fáciles, ni lo fueron nunca…pero con sus jubilaciones y un poco de ayuda de sus hijos, la van piloteando bien.

Sentados en el hall del fondo alrededor de una mesa, café por medio les conté lo que andaba haciendo por aquel lugar…mi viaje, lugares… ellos contaron sus vidas…las palabras nos atropellaban para salir…estábamos felices…

La última vez que había tenido una gran charla en español fue en Perth…y ya había pasado tanto tiempo…es recién en ese momento, que te das cuenta de la inmensa soledad en que has viajado…

Se paso el café, y seguimos con un guiso de porotos…habíamos hablado por casi dos horas y media…cordial y alegre ataqué el guiso…lo regamos con algo de vino…estaba delicioso.

Sobre el final de la sobremesa, llego uno de los hijos de Myrna…traía de regalo para Juan, un camión…

Trabajaba de Constructor…le iba muy bien, con mucho trabajo…me conto que las aberturas y cristales los pedían directamente a China…en veinte días los tenía allí a un veinte por ciento menos de costo…basados en la agilidad y magnitud del comercio con este país.

El plan de ese día era llegar hasta Forster y Tuncurry para pescar y pasar la noche…el clima se ponía cada vez más tormentoso, hacia frio…presagiaba una noche muy dura.

Pero entre tanta charla Myrna y Juan insistieron en que pasara la noche en su casa…no estaba muy convencido de ello.

Myrna me planteo ir hasta Tuncurry en su auto para conocer la zona…era una propuesta ideal para cómo se estaba poniendo fuera, ya caían algunas gotas…al regreso dormiría en su casa.

Por lo cual salimos de paseo por Old Bar primero y luego salimos a la M1 nuevamente para tomar la entrada a Tuncurry…Era zona de bosques, montañas y valles. Tuncurry se encuentra a orillas del mar y se une a Forster por medio de un gran puente. Divididos por el rio que desemboca en el mar…la vida de los dos pueblos transcurre a sus orillas.

Después de ver sus playas y recorrer bastante, cercanos a la noche, regresamos a la casa.

Parecía que nos conociéramos de toda la vida, pasamos un gran día juntos…me contaron de sus proyectos, los arreglos que hacían a la casa, para recibir a sus amigos en el verano y tuvieran las comodidades necesarias.
Juan había tenido una vida de trabajo, su hobby era tener una discoteca bastante completa, donde amenizaba fiestas y cumpleaños en su juventud…Aun seguía coleccionando música a pesar de haberse alejado de los bailes…y del ruido.

Tenían una vida plena, cerca de sus hijos y amigos en un lugar magnifico.

El viernes viajaban a Sydney para asistir a la fiesta de un amigo el sábado, por lo cual nos pusimos de acuerdo en encontrarnos el viernes en el Club Uruguayo y cenar juntos.

Ahora ya tenía casi que el resto de los días organizados, en la mañana me movería hasta Gosford, a la casa de Eduardo Celso, donde pernoctaría dos días, para llegar el viernes en la tarde a Sydney y reencontrarme con Daniel…hasta tomar el vuelo a Uruguay el martes en la mañana.

Lo bueno de todo esto es que aquella fue la noche más fría que tuve que soportar…pero por esos vericuetos de la vida, dormía a salvo en una casa y protegido de la intemperie…como tantas veces en un momento jodido, me aparecía de la nada, una tabla salvadora…si aquella noche hubiera acampado en Forster como planeaba, habría sido la noche más dura, por el frío imperante…nuevamente la suerte del camino, entraba a tallar…

Me levante temprano con la intención de continuar camino…Juan me esperaba con el mate pronto y el agua caliente…nos juntamos alrededor de la estufa a leña…el calor de sus llamas se desparramaba por la habitación…Juan estaba contento, ahora con el camión podría salir  a buscar leña para la estufa, eso le ponía una sonrisa de satisfacción a su rostro…

El mate lo tome solo, Juan se había levantado como a las cinco de la mañana y ya había bajado como dos termos de agua…

Charlamos un buen rato, de bueyes perdidos, bandideadas de juventud y otras yerbas…paladeando el mate…hasta que se levanto Myrna…desayunamos y quede pronto para partir.

El matrimonio se lamentaba de que no me quedara más tiempo, pero ya estaba en el conteo final, había prometido llegar ese día a 

Gosford, Celso ya me esperaba como acordamos, por lo cual no podía cambiar ninguno de los planes…La noche en casa de ellos fue mi ultimo comodín y lo use, ya no podría cambiar mas de planes hasta el final…La despedida se dilato un poco, pero a media mañana, estaba montado en Dinga, enfilando hacia el sur.

Atrás quedo la promesa del viernes en la noche vernos en el Club Uruguayo, bajo la apreciación de Juan: “ya no es lo mismo de antes”…”ahora va todo el mundo, se llena de gente de otros lados”…”pero tenés que conocerlo”…”ha cambiado mucho”…

Viajaba entre montañas, densos bosques…viajaba con una sonrisa por lo que dejaba, pero también tenía una sonrisa por lo que se acercaba, estaba llegando a la casa de un amigo, sus concejos me habían acompañado todo el viaje, ahora podría compartir unos días con ellos, convivir y hablar de sueños, de cosas pasadas y de futuros.

Llegar a la casa de Celso y Lidia era un trámite, ya había estado allí, solo el poder de mi mente y el recuerdo del camino me llevarían, sin mapas ni GPS…solo con el recuerdo y mi gran sentido de orientación.

Pasado el mediodía entro por una montaña cortada rente, con enormes paredes lizas, un gran trabajo…una bajada casi vertical me dejo en el valle de Gosford…me detuve un instante para orientarme…observe las montañas…visualicé el lugar…
-        Para allá- masculle, observando donde supuestamente debería estar la casa de los amigos.

Esto era simple, nunca tenía dudas…solo miraba y me ponía en marcha…si me equivocaba, de inmediato una sensación de inseguridad me asaltaba…volvía atrás hasta que la hacía desaparecer, entonces estaba en el camino correcto…

Lo bueno de viajar así es que desarrollas instintos extraordinarios, presientes el peligro de una manera mucho más eficaz…Lees a las personas con solo ver sus ojos, ya sabes quién es y en quien confiar…puedes ver el paisaje y saber casi con certeza lo que viene en cada curva, es como un aura que te sobrevuela, donde vez más lejos y más alto…

Cuando entro a subir hacia el complejo de apartamentos, ya sabía que era el camino correcto, llego hasta el portero eléctrico y llamo…

La voz de Celso me alegro me puso contento…la reja se abrió y comencé a bajar la empinada cuesta hacia el subsuelo, el lugar donde la moto dormiría por un par de noches.

Celso me esperaba, de bermudas y chancletas en garaje para señalarme donde colocar la moto…estaba eufórico por lo logrado, esta era la última parada antes de lograr cerrar el círculo con Sidney.

Atrás quedaban cientos de dudas de que si podría lograr hacer esta epopeya…pero ya estaba en tierras uruguayas, porque cada lugar donde vive un emigrante nuestro es eso, un pedazo de nuestra tierra.

Descargamos algunas cosas y subimos hasta el quinto piso…Lidia estaba en preparativos para hacer una cazuela de mondongo, a la uruguaya…

Tratamos de ponernos al día, ellos de su reciente viaje a Uruguay y ponerlos al tanto de mis vivencias por Australia…

Hablábamos de todo, si algo había en esta gente es que no  escondían nada y todo lo decían…grandes charlas y por supuesto siempre bien regadas o por cerveza o por un buen vino.

Tenía un dormitorio par mi solito, desde el balcón la vista daba hacia el mar y debajo un enorme y altísimo bosque…
Me di un regio baño y hasta me afeite…habían hecho torta de fiambre para esperarme…
-        Se me paso un poco - reiteraba Celso( se le había quemado un poco)
Para mi aquella torta con un café con leche me sonaba a manjar de dioses…
Tenían todo organizado, en la noche iríamos a cenar al club donde trabaja su hija mayor, Andrea… mientras Lidia seguía con los preparativos de la cazuela…
-        "Se hace de un día para el otro, es cuando queda mejor…a mí me gusta ponerle los garbanzos naturales, pero no tuve tiempo…"
-        "Para mí, esto esta bárbaro así…"

Comer una cazuela nuestra en un lugar a miles de kilómetros de tu casa, era algo que no tenia precio, me dejaba loco de la vida.

Fue tanta la charla que hasta salimos apresurados en busca del club de Andrea…un lugar grande, moderno y con muchísimas atracciones…El menú era tipo continental, te servías lo que quisieras, en la cantidad que pudieras colocar en las bodegas, desde suji hasta carnes asadas, varias ensaladas y muchos postres…la bebida era aparte. Esa noche me dedique a probar bocados de todo tipo, regados con cerveza de barril (Carton Draugh) hasta no dar más…A cada rato Lidia me reclamaba:
-        "Probaste tal cosa…es exquisita!"

Y salía a probarla…algunas de las carnes se servían al estilo australiano, no eran asadas, pero estaban buenas.

Al final de la noche, se arrimo Andrea a cenar…era como un torbellino…hasta el Chef chino se arrimo a charlar con nosotros de motos y de comidas…todo transcurrió en cordialidad y buen humor.

Los Clubes australianos son una muy buena opción para cenar, beber algo y pasar el rato entretenidos…con un precio bastante accesible. Se podían ver los partidos de rugby y algún juego de maquinitas o carreras de caballo con apuestas.

Después de la cena, buscamos la montaña, estábamos cerca de la casa…esa noche caí malherido en la cama, dormí de un tirón hasta que las luces del día me despertaron.

Lidia ya luchaba con la cazuela y Celso estaba mirando las noticias en internet. Desayune con una nueva torta y el café… Celso y Lidia eran como un huracán de ideas y palabras…Hacían planes, me contaban cientos de cosas a un ritmo impresionante…vivían a un ritmo mucho más rápido que mi cerebro, y muchas veces me costaba procesar la información…

Venia de estar casi tres meses alejado de la gente y a mi ritmo…tranquilo, manso…Ellos estaban habituados al ritmo Australiano, sus procesos eran más cortos, pensaban y accionaban de inmediato.

Los días con esta familia magnifica fueron de vértigo, salimos a recorrer todas las costas cercanas, de montañas elevadas, bosques gigantescos, mares espectaculares, bahías, lagos salados…

Gosford era un lugar hermoso, ellos habían elegido muy bien el lugar para el resto de sus días. Tenían casi todo lo que amaban al alcance de sus manos…lo que les faltaba, lo compraban hecho…

Aun les faltaba algo para consolidar su posición, pero después de más de veinte años por estas tierras, solo les faltaba el tiempo.

Detrás de sus historias había grandes sacrificios, enorme lucha, muchos caminos recorridos, los principios del Club Uruguayo de Sydney…mucha obra buena, solidaridad…

Celso y Lidia eran un combo completo, llenos de vida, de vivencias…estas cosas me dejaban contento, con la sonrisa cercana e inmediata. Conocer a estas personas gracias a lo que hacía, viajando, le daban un aditamento, un plus al viaje que no tenia precio.

Me enseñaron de Australia más que los australianos mismos, a corazón partió…sinceros y veraces.

Era tal el ritmo que llevaban, que tres días sonaban a muchísimo más…no paraban, paseos y comidas…terminaba el día cansado.

Tenían historias de todo tipo y color, sus principios en Venezuela, luego Australia y mil anécdotas…En las largas sobremesas tratábamos con Celso de arreglar el mundo, su políticas, sus economías…siempre comprometidos con “el paisito”…siguiendo los sucesos de cerca, siempre dando “una mano”…

Unos de los temas que hablamos fueron de los cientos de miles de dólares que han mandado los grupos más importantes en Australia, Uruguayos Unidos y Charity Uruguayos Unidos.

Cientos de miles de dólares, contenedores completos de ayuda a hospitales, personas u otras organizaciones solidarias en nuestra tierra.

Muchas veces los destinatarios de tal ayuda, nunca llegaban a verla…se desviaban a otros lugares en el mejor de los casos, en otros terminaba en el bolsillo de algún “vivo”

Ellos organizan todos los años, diferentes festivales para recaudar fondos y dar respuestas a las requisitorias de los organismos de ayuda…

Trate de darles mi visión planteando, que tal vez la mejor manera de recibir ayuda era en técnicos en aéreas donde el país fallaba, seguridad, enseñanza, transito, trabajo…había muchas más.

En muchos de estos sectores, los australianos habían casi que logrado la perfección (el transito era uno)…por lo cual sería bueno y estudiar cómo aplicar sus políticas de primera mano.

Políticamente Australia tiene los mismos problemas que los nuestros, que sean políticos de carrera, no asegura que un país sea administrado de la mejor manera…y siempre los que están en el poder, sean de las tiendas que sean, terminan olvidando al pueblo y sus necesidades…obligándolos a pagar más impuestos y trabajar más, para mantener sistemas que tienen fugas por todos lados y dilapidan el dinero que recaudan.

Pero lo que más me llenaba de orgullo, era que en las charlas que teníamos,  siempre estaba presente el pueblo uruguayo de Australia como una comunidad de las más solidarias del mundo… Claro que, si los que hacen algo por otros, siempre tienen detractores…siempre hay alguien que está desconforme. Pero eso era harina de otro costal.

Las verdades de cada uno son aplicables a la vida de cada individuo, pero nada asegura que cada verdad sea aplicable a la vida de otros…El medio, el tiempo y el individuo son diferentes…

El viernes después de unas exquisitas costillas en la BBQ, estaba pronto para dejar a Celso y Lidia…era la última etapa para cerrar el círculo en Cronulla…
“El camino es fácil, si seguís el avioncito de los carteles no tenés como perderte, te llevan directo rumbo a Cronulla…” me repetía Celso…durante las despedidas…

Me subía a Dinga y subí el repecho en busca de la salida del edificio…la moto se me apago en el portón, por lo cual  tuve que caminar de arrastro con ella para subir los últimos metros…es un lugar muy empinado y el automatismo era más lento que yo…a la moto, tenía que ponerle primera y darle gas para trepar hasta el final…pero el portón no se abrió  a tiempo.

En fin, minutos después estaba trepando la montaña, dejando atrás a Gosford y alineando la mira hacia Sidney…

El tránsito desde Gosford en adelante era importante, por lo cual me mantenía concentrado en la ruta M1, siguiendo los carteles marcados con el avioncito, rumbo al aeropuerto de Sydney.

Tal cual como lo había vaticinado Eduardo, después del último avioncito desemboque en un aviso indicativo de Cronulla…estaba en los últimos Kilómetros de la meta, contento avanzaba hacia la casa de Daniel Delfino, disfrutando los últimos metros…era el fin de un nuevo camino de sueños…

Cuando enfrente la entrada hacia el apartamento, mil imágenes del camino me asaltaron, desde aquel primer día donde me perdí, esta era la segunda vez que entraba allí, la emoción me invadió…había mil cosas vividas desde aquel primer encuentro.

Contra todos los pronósticos, había dado la vuelta de Australia…en una 125 cc…casi 20.000 kilómetros…la emoción me cubría por completo.

El reencuentro con Daniel desato mi alegría, estaba como “perro con dos colas”…lleno de energías y planes para estos tres últimos días en Australia…

Por lo pronto, solo quedaba tiempo para un baño y salir rumbo al Club Uruguayo, para encontrarme con Myrna y Juan…

Daniel  sonreía, contento de volver a tener un poco de caos en su vida estructurada…el más que nadie sabía por dónde había andado, y el esfuerzo que representaba…saboreaba el viaje tanto como yo…también lo había sufrido.

Los diálogos eran apresurados, las palabras salían e cataratas…nos preparamos para salir (aquí se cena entre las 20:00 y las 21:00, después todo cierra temprano)…un baño y ya estábamos sentados en el coche rumbo al Uruguayan Social & Sporting Club Ltd…el auto me tranquilizo un poco, la adrenalina bajo a su nivel normal…volvía a estar calmado…pensaba en que gente encontraría por allí…mientras, dialogaba con Daniel sobre el club y sus rasgos más relevantes…

Después de unos veinte minutos entrabamos por la puerta principal del club, estaba semi vacio, de inmediato vi a Myrna y Juan instalados a un costado del Salón con otra persona. El club era un enorme salón, al frente un escenario tipo teatro sobre una tarima que se extendía en todo el ancho. En el fondo estaban las instalaciones de la cocina y oficinas, encima de ellas en el piso superior, otras tantas oficinas y salones. El espacio era amplio, con un mobiliario formado por grandes mesas y sillas a doquier.

La música que se escuchaba y la disposición de la sala, te daba la idea de aquellos clubes uruguayos de treinta años atrás que se alquilaban para fiestas y festejos, con salones multiuso…como algo perdido en el tiempo…

Luego de las presentaciones, fluyo una charla amena, la persona que estaba con el matrimonio resulto ser su otro hijo, por lo cual la charla se centro en la familia de este, que estaba en Uruguay, defendiendo la posibilidad de su hijo de jugar al futbol en uno de los clubes más grandes de mi país.

La comida era típica, con asado, chorizos, milanesas y milanesas napolitanas…me jugué por la napolitana, la carne del asado era tierna, pero no sabrosa.

Luego Daniel me presento al presidente del club, Mario Magellan de apariencia simpático…una pequeña charla donde brindo una disculpa por el desconocimiento de mi llegada, “el consulado nunca nos avisa de nada”…que era una lástima no haber conocido más gente a lo largo del camino…quedando de estar en contacto…

El club estaba adornado con varios “tesoros” de nuestra tierra…lo eterno, lo que nos resulta cotidiano y sin importancia para nosotros, para los que están lejos, esa cotidianidad resulta un recuerdo invaluable y perdurable en el tiempo…

Pasamos la noche entre bromas, conocer el Club era importante, en capítulos posteriores les dedicaremos un espacio a los dos centros de solidaridad que tienen los uruguayos en Australia, sus obras y su gente.

Myrna como atención me había regalado una motocicleta hecha en madera, tipo chopper…un hermoso presente.

En el regreso planeamos los dos días posteriores, el domingo descansaríamos y el lunes saldríamos hacia las Montañas Azules y las cuevas de Jenolan.

El domingo lo usamos para dejar todo pronto para el embarque, dejar “la Dinga” pronta para la venta…sacando las valijas y la Givi…parecía desnuda cuando termine de sacar todo.

La idea era venderla para recuperar por lo menos la mitad del precio de compra, de eso se encargaría Daniel en los tiempos posteriores a mi marcha…Trabajamos mucho hasta dejarla tal cual había llegado de fabrica…El domingo se me fue entre las tareas y  largas charlas sobre la experiencia australiana…además de un paseo por el centro de Sydney (la primera vez lo había hecho solo) ahora con guía era otra cosa.

Nos fuimos a dormir temprano, pues íbamos a madrugar para llegar temprano a las Blue Mountains, con tiempo de recorrer y aprovechar lo máximo del día…

A las seis de la mañana, el regio café y salimos hacia las Blue Mountains…muchos tramos en arreglos, aunque Daniel sabia varias cortadas donde ganamos tiempo.

A media mañana llegamos a Katoomba, comenzando a bajar por los senderos, llegando a cada lugar escénico. La vista de las montañas azules era magnifica, las tres hermanas, la zona del teleférico, el pueblo y sus historias. Muchas fotografías y los ojos llenos de imágenes.

Luego del largo recorrido Salimos en busca de Jenolan Caves.

Las rutas eran agradables, muchas curvas llenas de pequeños pueblos, grandes pastizales y mucho ganado.

Cerca del mediodía alcanzamos las cuevas, almorzamos algo y nos dispusimos a hacer el tour por ellas.

Precisábamos un vagón de dinero para hacer el recorrido completo y algo más que un día, por lo que nos decidimos por el pasaje de 11000 escalones.

Quedamos maravillados por el show de luces y sonido.

Explorar estas cuevas ahora era un trámite, pero cien o doscientos años atrás, en la oscuridad total, eso sí que era una aventura.

Tanto Katoomba como Jenolan tenían la estructura necesaria para dejar hasta al turista más exigente, satisfecho.

Cuando vean las imágenes, verán que las palabras son pocas para describir estos lugares.

En la tardecita pegamos la vuelta a Sidney, previo paso por Fairfield, allí pernoctamos en la casa de los padres de Daniel, unas personas muy amables y simpáticas que vivían junto a su hermana.

Llegamos tarde a Cronulla, cansados, fue un día duro en lo físico, pero de imágenes increíbles…


Al otro día estaría embarcando hacia Uruguay.

Para terminar y como corolario de este capítulo les dejo las palabras de Daniel, de un mail de un mes después, resumiendo como fue mi viaje para su vida:

"Estimadísimo:

Como te darás cuenta por el tiempo que llevo contestarte, ya volví a mi vida estructurada, ordenadita y al mango, sin mucho tiempo libre para respirar.

El desorden, como lo llamas vos fue solo uno de tus rasgos excepcionales, que me hicieron recordar que la vida no debería ser todo orden y estructura.

Como nos trato de advertir George Orwel con su libro 1984.
El otro día le comente a Walter que se te extraña por estos lugares, y la verdad amigazo es muy cierta.

Extraño el caos que fue mi vida esos dos meses, que comenzó mucho antes de tu aterrizaje en Sydney…”como va a hacer este loco para atravesar Australia en dos meses, si ni moto tiene…y todavía lo quiere hacer en una motito de juguete!!!”

Lo consulte con varios amigos australianos y ninguno me alentó más que contestarme: “está loco”. (Ahora esos mismos me han dicho que te comunicara la admiración que te tienen, aun sin conocerte)

Rompiste esquemas.

Extraño la adrenalina que me inyectaste a diario, pensando…por donde andará Ernesto?...no hay cobertura móvil…si la Kimco tira la toalla en medio de la nada… Qué hago?...y si pincha en medio del desierto?...Que le ponga chicle y sople, por no hacerme caso de llevar un kit de reparación…

Extraño las llamadas desde tu camino y seguir tu blog que me hicieron vivir tu aventura tal cual si estuviera contigo.

Así como te conté que mi estadía con Walter en el 99, fue instrumental para rehacer mi vida y mucho de mi estilo de vivir hoy en día, está marcado por ese tiempo que viví con ese gran amigo, este sacudón que tuve estos dos meses contigo, me han marcado como que la vida hay que tomarla como una aventura sin guion.


Por eso y por mucho mas, Gracias amigo."

Eso es todo.

Ernesto Urrestarasu.